¿Del No92 al Si14?


Vengo observando las últimas semanas un fenómeno en mi entorno, aquí en Buenos Aires, que me resulta, cuando menos, sorprendente. Es muy probable que mi sorpresa provenga de una diferencia cultural y que a mi mente vasca le cueste encajar el fenómeno del fútbol como religión incuestionable, a pesar de “ser del” Athletic. Lo cierto es que, leyendo comentarios por ahí he retrocedido unos añitos echando mano de la memoria histórica para ver cómo se vivían fenómenos similares en otras latitudes y en otras épocas.

Mi memoria no da para recordar si en el Mundial España ’82 hubo algún tipo de reacción organizada, tenía yo 11 años sin cumplir y el punk era algo que aún a duras penas se empezaba a sentir en las calles, difícilmente se le podía pedir estar organizado. Sólo recuerdo en los paseos por Bilbao, sede mundialista por una nefasta temporada, lo tétrico que resultaba cruzarse con los hooligans ingleses que se hicieron dueños de la ciudad esos días. Por eso, el evento cercano con el que más lo puedo relacionar es con las Olimpiadas del ’92, con sede en Barcelona. Esa época sí la viví con mayor conciencia, iba ya camino de los 21 años. Se sumaba a ese evento la “celebración” de los 500 años de genocidio indígena en América, el llamado “descubrimiento”, y aquel derroche en medio de la nada llamado Expo ’92 de Sevilla. No vivíamos en Barcelona ni nos alcanzaba para viajar para allá, pero en esa época sin Internet funcionaban los fanzines, las radios libres y el boca a boca con bastante eficiencia, y por Bilbao se dejaban caer siempre compas catalanes. Conocíamos, por tanto, toda la limpieza cosmética que iba barriendo la ciudad, los planes urbanísticos que encontraban la excusa perfecta para sacar a esas personas “indeseables” -aunque sumamente necesarias para el buen funcionamiento de la sociedad burguesa- de las zonas destinadas a recibir, remozadas y asépticas, a las oleadas de turismo cargado de divisas -aún funcionaba la peseta-.

La respuesta a aquella operación político-inmobiliaria no se hizo esperar, y pronto se hizo famoso el eslogan NOventaidos, grafiado como NO92, con una O formada por los aros olímpicos. Las calles del Casco Viejo de Bilbao se llenaron poco a poco de carteles contrarios a esos eventos y de mano en mano comenzaron a circular casettes colectivos con temas grabados por las bandas del momento en contra de toda aquella operación. Por supuesto, las bandas catalanas, las más directamente afectadas, llevaron la voz cantante, pero las bandas vascas se sumaron rápidamente a la contra-fiesta.

En Brasil, que duda cabe, existe un movimiento de lo más variado que lleva tiempo luchando y resistiendo activamente contra la guerra a les pobres -disfrazada de guerra contra el narco-, aunque no falte el monarca progre que ponga en duda que en ese país existe un pueblo diciendo NO al despilfarro y al significado del Mundial. Las noticias sobre los crímenes de Estado, la extorsión, los intereses inmobiliarios y turísticos que jamás van de la mano de los intereses de las clases explotadas, no faltan y no son difíciles de encontrar. El movimiento anarquista, como cabía esperar, se ha volcado en ese país para informar y actuar en contra de este evento mundial.

En Argentina, sin embargo, se escucha sorpresivamente dentro de la escena punk y skin, y entre personas de tendencia libertaria o abiertamente anarquista, un malestar ante quienes informan de lo que en Brasil realmente está sucediendo -por suerte, también existen reacciones opuestas-. Es curioso, porque amistades que cantan en bandas punk, manifiestan estos días su creciente enojo ante los mensajes contrarios al Mundial. Y digo que es curioso, porque si algo ha sido el punk desde sus orígenes, y si algo es el anarquismo, es precisamente un cuestionamiento continuo de toda la realidad opresiva que nos rodea y de todo el adoctrinamiento mediático al que nos someten, un meter el dedo en el ojo a las conciencias. El punk se ha jactado siempre de navegar contracorriente, de ser molesto para quienes se contentan con la pasividad de tragar lo establecido, de recordar siempre aquello que buena parte de la sociedad preferiría olvidar o no conocer; y lo ha hecho gritando bien alto al oído, sin pedir permiso.

Me gusta el fútbol, como tantos otros deportes, pero eso jamás me ha impedido ver lo que realmente ese deporte, en su versión “profesional” y masificada, significa: mafias, corrupción, pelotazos inmobiliarios, venta de un modelo estético y de sueños de grandeza, cifras de escándalo por pegar patadas a un balón y, sobre todo, por entretener a la clase trabajadora, pan y circo y, especialmente en el caso argentino, toda una organización lumpen-parapolicial en torno a las barras bravas que sirve tantas veces de fuerza de choque contra quienes desafían los intereses de las grandes corporaciones o no acatan la disciplina del sindicalismo oficial. Todo eso está ahí, lo sabemos y preferimos no pensar mucho en ello para poder seguir disfrutando de ese espectáculo anestesiante. Pero en el caso de los mundiales se suma a todo ello la bacanal de patrioterismo, las caras pintadas de colores “patrios”, los himnos, el orgullo nacional… Sólo pensar que el triunfo de España en el pasado Mundial supuso que por Bilbao se comenzaran a ver por primera vez en la historia grupos celebrando públicamente el triunfo de “la roja” -de vergüenza será…- y portando desafiantemente camisetas de dicha selección… Tuve la suerte de estar lejos de ese escenario y saber de ello sólo por comentarios de amistades.

Y sí, es cierto que eso sucede cada vez que hay citas futbolísticas internacionales, olimpiadas y similares, no sólo ahora. Y sí, es cierto que la situación social en Brasil, tanto la que viven los pueblos indígenas, como las clases explotadas, como quienes en las favelas no llegan ni al rango de explotades porque bastante tienen con seguir vives cada mañana, existía ya antes del Mundial. ¿Y con esa argumentación debe une dejar de divulgar que una situación que ya era insostenible antes se está agudizando?, ¿que el Mundial está sirviendo de excusa y pantalla extra para que el Estado y las mafias inmobiliarias hagan lo que siempre desearon hacer? No voy a hablar de que ese dinero estaría mejor empleado en hospitales o escuelas estatales, abogo por la abolición del Estado, no por su fortalecimiento. Pero si usamos el punk desde hace décadas precisamente para denunciar realidades que no por más o menos conocidas no dejan de ser reales, ¿debemos dejar de hacerlo cuando se trata del Mundial de fútbol? ¿Acaso las bandas punk de Catalunya, Euskal Herria y otros lugares cercanos no sabían que lo que estaba sucediendo en Barcelona sucedía sistemáticamente en cada evento de ese tipo? Yo diría que eran plenamente conscientes de ello y que tal realidad, en lugar de ser una razón para callarse, era una razón extra para gritar bien alto. Si usamos el punk como altavoz para intentar incomodar la conciencia de la sociedad, o al menos de quien quiera escucharnos, ¿es lógico pretender que se guarde silencio cuando sentimos que el mensaje apela a nuestra conciencia y a nuestras actitudes y no a la de otras personas, cuando les incomodades somos nosotres?

Está claro que ver un partido del Mundial no nos convierte en cómplices de la represión y los crímenes del gobierno brasileño y su policía militar, ni de las redes de prostitución infantil que van a engrosar sustanciosamente sus ganancias estos meses, ni de nada más que del hecho de ver un partido de fútbol por la tele. Se trata simplemente de dónde sitúa cada cual su conciencia y su coherencia en un mundo en el que sabemos que nos es imposible vivir coherentemente y no ser parte, por acción y omisión, del sistema. Pero si ser consciente de eso no nos impide sin embargo denunciar tantas otras cosas, que al menos no nos impida tampoco denunciar y difundir lo que en estos momentos en una geografía no muy lejana, en Brasil, están padeciendo millones de personas, agravado por los intereses que rodean a la economía futbolística y turística.

Libertad de conciencia, por supuesto, tanto para quienes quieren ver, pase lo que pase y caiga quien caiga, su dosis de fútbol internacional, como para quienes quieran difundir y recordar lo que ese evento está trayendo en tierras no muy lejanas.

3 Erantzun to “¿Del No92 al Si14?”

  1. Joseba Martos Says:

    Kaixo Asel, un fuerte abrazo desde las tierras vascas. Aunque no lo llegamos a comentar, nunca fui un gran fan del fútbol “de élite”, pero la propaganda futbólistica de equipos y selecciones durante los últimos años le está cobrando más de una indigestión a mi mente.

    Igual que tú te has convertido en hijo adoptivo de Chile y Argentina (sin importar lo que hagan y digan esos gobiernos de turno que no representan a la voluntad popular y menos aún a la democracia) yo me veo cada vez más unido a Colombia y me imagino que de la misma forma que tú en su día, me siento emocionado con las similitudes y diferencias que existen entre nuestro pueblo y los pueblos americanos. Me atrevo a confesar que Colombia me enamora más cada vez que la visito.

    Imagino que ya tenía asumido que el apoyo a este tipo de competiciones forma parte del ADN de nuestro European Way of Life formado por proletarias con aspiraciones burguesas, aunque con el paso del tiempo me cuesta más asimilarlo, sobre todo con el empbrecimiento generalizado que ha causado la crisis (estafa) mundial.

    Algo que me sorprendió (y horrorizó) muchísimo es ver como el pueblo de Colombia, que a diferencia del europeo tiene conciencia de tercermundista, apoyaba el entramado futbolístico profesional a nivel nacional e internacional, aún siendo completamente consciente de su status de pobre. Más aún cuando en mi último viaje ví como Colombia seguía con gran sentimiento la final de la Champions League 2014 entre dos equipos madrileños.

    Cosa que también me sorprende desde la perspectiva de falso patriotismo fomentado por las competiciones internacionales. En los partidos del mundial contra España pueden escucharse comentarios como “¡Hay que ganar a esos hijueputas porque nos robaron el oro”, como si muchos de ellos no tuviesen orígenes españoles o vascos, pero independientemente de esto, en otros momentos muestran abiertamente su apoyo a equipos de futbol españoles, en cuyas aficiones hay grupos organizados que tachan de “Sudacas de mierda” a los Colombianos y otros latinos y estarían encantados de apalearlos y humillarlos. Afortunadamente, estas personas no son mayoría.

    En los partidos de la Selección Colombia (al igual que los demás países) todos ponen la mano solemne en el corazón para cantar el himno nacional. Ojalá pudiesen mirarlo desde la distancia, para darse cuenta de la fuerza de este mecanismo de control social. Lo más triste es que el patriotismo real está en declive, la defensa de lo público, el cuidado y limpieza de las calles, la defensa de las tradiciones, la expansión del idioma propio, el respeto hacia las comunidades indígenas originarias, la organización popular y el orgullo de formar parte de un grupo de millones de personas con una identidad común…

    Por eso, el año pasado me emocionó saber que el pueblo Brasileño despertó de este letargo y ahora es consciente de lo que supone el entramado FIFA. Me parece un hito importante, aunque el orígen del fútbol sea inglés, Brasil es actualmente el país de referencia del fútbol mundial. Aunque esta emoción forma parte de una sensación agridulce, pues se trata de una respuesta a una situación de injusticia que ningún pueblo del mundo se merece sufrir.

    Pero la esperanza no está perdida, pues bien sabemos que el pueblo Colombiano, igual que todos, está formado por personas valientes. Por esas mismas personas que cuando en 1.948 la policía asesinó al político Jorge Eliécer Gaitán (Partido Liberal), sin pedir permiso tomaron el poder por su propia mano durante el denominado Bogotazo http://es.wikipedia.org/wiki/Bogotazo. La desorganización unida a su fé en el Partido Liberal y en el ejército terminó con esta revolución, pero demostró a las Colombianas que el poder reside en el pueblo.

  2. aselluzarraga Says:

    Aupa Joseba! Arraroa eingo jatan zuri gazteleraz erantzutea, jajaja. Ondo aituten dot Kolonbiaz dinostazuna. Hamen Buenos Airesen herri eder hortako lagunak dekotaz, hurkoena gure taldeko kantariaren neskalaguna, ta gizarte mugimenduetan, kalean antolatzen dan orotan, beti dagoz marcha patrioticakoak euren herriaren egoera politikoaren barri emoten. ta era berean, futbolagaz, guk gehienok legez, bizi daurien kontraesana be ikusten dot maiz. gauza bategaz ohartu naz hamen nagoanetik, ta vaneren bidez be ideia bera etorri jast, berak kolonbiar lagun bat baino gehiau ein daualako bere biharrien: kontinente hontan patriotarik badago, bere herria munduko onena dala pentsaten dauan jentea badago, kolonbiarrak dira horreek. ez da hori, hain zuzen be, haietaz gehien gustaten jakun ezaugarria baia tira, zorterik onena opa dotset txilegaz batera latinoamerikako herririk zigortuenetako bat dalako. oin danak pott eginda falcao barik gelditu diralako, jajaja. marx eta bakunin garaian herriaren opioa erlijioa bazan ta haren aurka idatzi bazauien, seguru nago gaur egun itzartuko balira, herriaren opio barria futbola dala argi ikusi ta haren aurka zer esan asko eukiko zauiela. baia argi dekot, bestalde, erlijioaren aurka esandakoak futbolaren aurka esan ezkero, plaza baten publikoki erreko zauiezala, ta su emoteko suzia “ezkertiar” ta “anarko” bat baino gehiagok eroan gurako zauriela. eskerrak beste garai baten jaio ta erilijioaren aurka idatzi zauiela, horri esker posible izan dogu hareen testuak jasotea! jajaja

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